ÚLTIMA RENOVACIÓN : AGOSTO 2014

ME LO EXPLICARON Y LO OLVIDÉ, LO VI Y LO ENTENDÍ, LO HICE Y LO APRENDÍ ( ANÓNIMO )

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1959 - 2009 BIBLIOTECA M. AGUILAR    
   
CAPÍTULO 2: " DE LA JUANITA AL MÓVIL "    
         

 

DE LA JUANITA AL MÓVIL

Pocas personalidades había dado Tuéjar. En todo caso, sí es cierto que había dentro del pueblo gentes con tal capacidad, con tal iniciativa, con tal ingenio y con tal inteligencia que, sin apenas recursos técnicos, con el único soporte económico que representaban las subastas de pinos al Ayuntamiento y con mucha paciencia, ganas y saber “llegar a los sitios” habían ido consiguiendo para el pueblo cosas que hoy en día pueden parecer menores pero que en aquellos tiempos eran de una importancia tan desmesurada que pocos pueblos podían presumir de ellas: que si una fábrica de luz, que si fuentes públicas, más tarde la traída de agua corriente hasta las casas, que si alumbrado público y privado, que si una carretera que, pasando por el pueblo hacia Benagéber y Utiel nos situara en el mapa de las carreteras de la Provincia, que si una Banda de Música, que si un Musical, que si una Biblioteca Municipal… en resumen, cada uno de los logros que he comentado lleva acarreada una historia que ocuparía páginas y más páginas. Insisto que para las generaciones actuales que tienen un portátil en la mesa, un móvil en el bolsillo, una economía saneada, comodidades de todo tipo, una comida abundante y sana, etc, pues para esas generaciones lo de las fuentes públicas o lo de la biblioteca o la fábrica de la luz, como si oyen llover; pero para las generaciones que tenían como meta la supervivencia del día a día…todo aquello era como una película de ciencia-ficción.

Acostumbrados ya al móvil, o a Internet, resulta casi de risa hablar de las llamadas por teléfono de centralita. Llamar por teléfono a  Valencia o a cualquier otro punto…dependiendo de la hora y de la suerte, de un cuarto de hora a dos horas de demora. No se marcaba desde casa al número al que se quería llamar, se giraba una manivela o se descolgaba el teléfono y se esperaba a que Amelia, la encargada de la centralita, te preguntara: “ Dime, fulanito ( aquí el nombre del abonado, porque como eran tan pocos se los conocía de memoria), ¿ con quién quieres hablar? Y fulanito, le daba el nombre de otro abonado del pueblo o el número de teléfono de Valencia o de donde fuera y Amelia, tomaba nota, marcaba a la central de Chelva, y desde allí establecían la comunicación. Había veces que se acumulaban las llamadas y por tanto desde que un usuario se ponía en conexión con Amelia hasta que podía hablar podían pasar dos horas de las de sesenta minutos.

Una ducha suponía ir a la fuente pública más próxima y acarrear el agua necesaria y calentarla en la lumbre. Por aquellos años no se había popularizado el cuarto de baño tal como hoy lo conocemos, por lo que la ducha se hacía en barreño y gracias. No existía el excusado y las necesidades habituales de un cuerpo humano cualquiera tenían que hacerse en el corral con la complicidad de mulos, burros, gallinas, conejos, y algún que otro ratoncico.

 

 

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