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ME LO EXPLICARON Y LO OLVIDÉ, LO VI Y LO ENTENDÍ, LO HICE Y LO APRENDÍ ( ANÓNIMO )

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1959 - 2009 BIBLIOTECA M. AGUILAR    
   
capítulo 1: " AQUELLOS TIEMPOS DEL CUPLÉ"    
         

 

CAPÍTULO 1: AQUELLOS TIEMPOS DEL CUPLÉ

Tuéjar por aquellos años, finales de los 50, tenía sobre unos dos mil y pico habitantes. Habían acabado los años más duros de postguerra. Aún quedaban recuerdos muy recientes de la guerra y estaban más recientes todavía las andanzas del “maquis”, “los maquis” se les llamaba por estos contornos . Guerrilleros que combatían con la Guardia Civil y que estaban dispersos desde la frontera con Francia por toda la zona de Aragón y Levante.

Las comunicaciones eran como la época histórica: duras, difíciles y llenas de avatares. El teléfono se limitaba a una “centralita” que conectaba a la docena y poco de abonados que había en el pueblo con el resto del mundo si se entiende por mundo Chelva , Valencia y en contadas ocasiones Madrid o Barcelona. La centralita, mejor dicho, Teléfonos, estaba en la calle Calvo Sotelo, al final de la misma, hoy se llama calle de Remedios Lizondo, bueno pues al final de la misma.

Los periódicos llegaban normalmente con un día de retraso y como mucho al Ayuntamiento y a la Escuela y a algún que otro abonado más. El correo traía además del periódico, la correspondencia y las noticias de tantos y tantos como habían ido saliendo del terruño para buscar la vida en otros sitios. El tío Álvaro, recogía la saca de la Chelvana, subía hasta su casa, "Correos", organizaba el reparto y hale, a correrse todo el pueblo para entregar.

De esos de los que traía noticias, de los que habían salido, se podían hacer básicamente dos grupos: los que habían emigrado a Valencia y los que estaban “fuera”. Fuera era, evidentemente, Barcelona, Madrid o alguna que otra ciudad de España. Pocos, pero alguno, se había aventurado a América. Los de Valencia “subían” para fiestas o por algún acontecimiento importante y si no, para el verano. Aún no había llegado el furor de los años 60 y por tanto la población era aún muy estable.

La vida desde dentro era monótona, dura y llena de sacrificios: la huerta, algún jornal, la vereda, marcharse a ganar la substencia familiar de unos meses como mano de obra en el campo, bien a los campos de cereal de Teruel, Cuenca o  bien a las huertas de Valencia o a los arrozales. Los que pretendían algo distinto buscaban en el comercio o en otros sectores la supervivencia: camareros, cocineras, sirvientas, conductores de tranvía… en fin, pocos, muy pocos eran los que aspiraban a algo más, y eso lo ganaban por el esfuerzo y el estudio y lo disputaban desde pequeños, primero en la escuela, luego en el Bachiller, más tarde con el Examen de Estado y así hasta llegar a la Universidad. Largo camino, duro camino. El esfuerzo económico de las familias hacía que en la mayoría de las ocasiones se sacrificara el estudio del resto de los hijos por el de uno sólo, generalmente varón y de los varones el que más despuntaba. El resto, escuela y como mucho si sabía de cuentas y era “espabilao”, se le mandaba a que se hiciera un hombre en la capital. Con suerte entraría de aprendiz en algún comercio y acabaría como alguien importante. En este aspecto, Tuéjar no era una excepción en el conjunto de España y, aunque con diferencias, tampoco era muy diferente a cualquier pueblo de cualquier país ribereño del Mediterráneo.

 

 

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