ÚLTIMA RENOVACIÓN : AGOSTO 2014

ME LO EXPLICARON Y LO OLVIDÉ, LO VI Y LO ENTENDÍ, LO HICE Y LO APRENDÍ ( ANÓNIMO )

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1959 - 2009 BIBLIOTECA M. AGUILAR    
   
Y,capítulo 9: "TOLLE, LEGE "    
         

 

 

CAPÍTULO 9 Y ÚLTIMO:

TOLLE, LEGE

 

Durante el verano del 59, don Manuel, doña Rebeca y Encarnita viajaron a Buenos Aires. Salvador en Agosto fue a Tuéjar con toda la familia. En ocasiones se entrevistó con Capó y con El Tío Manuel, el Barbero. De los datos que manejaba, don Manuel no podría estar en Septiembre en Tuéjar. Ni siquiera estaría para aquellas fechas en España. Todo se aplazaba. ¿Hasta cuándo? No había fecha; pero, por marcar alguna como probable, ¿por qué no La Purísima?
Efectivamente, las fiestas de la Purísima de aquel año 1959 se redondearon, se vistieron de largo, olieron a colonia y a jabón de olor, tuvieron el toque. Don Manuel, doña Rebeca, Encarnita, Carlos Aguilar, Salvador Agustín, Jaime Capó, junto con trabajadores de Aguilar, Madrid y de la librería de Valencia representaron a la Editorial. No era una inauguración normal; era un tributo a doña María. La Editorial echaba el resto con una representación de lujo; el municipio respondía con sus autoridades, jerarcas del Régimen, representación de la Iglesia, las autoridades locales y los alcaldes de los municipios vecinos. El Gobernador Civil, máxima autoridad de la Provincia, envió su adhesión.La Benemérita hizo también los honores. El pueblo, es decir, la gente del pueblo vivía como si fuera una película lo que pasaba por delante de sus ojos. Nadie se podía creer que aquello estuviera pasando de verdad en su localidad. ¡Ni cuando había ido el Caudillo a inaugurar el Pantano!


La estancia de don Manuel fue breve, dos días, una noche. Su “posada”, la casa de mi tío Pepe. Su viaje le sirvió para recordar aquellas calles, aquellos olores, aquella luz, aquellos esbaradores, aquel San Cristóbal, aquellas eras por donde sin duda correría cuando pequeño y por supuesto que para rememorar viejas amistades infantiles que ahora, pasados los años, encontraba envejecidos, con sus “rumas” y sus achaques de los que él también andaba surtido. Manos huesudas, curtidas, con sabañones de cien fríos y con grietas de mil sogas estrechaban las suyas mientras las miradas se reconocían primero con dudas y después con alegría. “Manolo, ¿que no te acuerdas de mí?” “¡Evaristo!”, “¡Julián”!, y así mil nombres, mil apodos y mis recuerdos.
Él había viajado por prácticamente todo el Globo; se había entrevistado con intelectuales, políticos, banqueros, periodistas, actores,  gente de peso; pero era con estos Julianes, Evaristos, Lucas, Timoteos, etc, con los que había cazado pájaros, con los que se habían roto los morros a pedradas, con los que habían hablado de sus primeras “novias” y con los que se había formado como ser humano. Era su pueblo, era su familia, era su casa.
Esa había sido la verdadera intención de su madre, de doña María, que se reencontrara con su gente y que les dejara su legado, su herencia. Apenas media docena de años después don Manuel fallecía.
Don Manuel devolvía con creces a los suyos el capital humano que le había permitido llegar a ser quien era y devolvía en forma de intereses el agradecimiento de su madre.  Nunca más volvería  a su Tuéjar natal; pero se quedó siempre allí y no solo en el busto de la Biblioteca sino en sus estanterías, reencarnado en libro. Seguro que cada vez que abrimos uno de aquellos libros se oye una vocecita, más bien aguda pero suave y dulce como la de don Manuel que nos dice en latín aquello de, “TOLLE, LEGE” que traducido es del latín significa:“ ¡TOMA, LEE!”.

 

 

Tuéjar, 6 de marzo de 2010.
©Carlos Agustín

 
   
     
   
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