Llegaron los años setenta y poco a poco el número de viajeros fue cayendo. El caso es que luego, La Juanita llegaba a Utiel y allí uno se encontraba con gente de “casa”. Unos habían ido de pasajeros con otros que tenían auto y otros con sus propios coches. Los “seiscientos”, los “ochocientos cincuenta”, los “Gordini”, “ los cuatro ele”, y las primeras furgonetas, aquellas de “Auto Unión” o las “Alfa Romeo”, los “dos caballos”; y en fin los coches de la época se empezaban a poner a tiro de las economías de aquella gente. En las ciudades ya llevaban más de una década siendo populares.
La Juanita cambia de vehículo por una SAVA, o como la llama Manolo, “ La Saveta” que había sido de una empresa y que la compra por un precio ajustado. “La Saveta” era de 25 plazas; muchas veces iba a medio pasaje. Como los pasajeros iban a menos y el gasoil ya costaba casi un duro el litro, había que abaratar costes. ¡Qué diferencia con la “Edad de Oro” aquella de La Juanita en que iban con un autobús Chrysler, a gasolina, nada menos y que habían comprado en una subasta de las del ejército y que no les dio tiempo ni a quitarle la pintura de camuflaje para que prestara servicio cuanto antes!
Fueron años los de finales de la década de los setenta de declive. El servicio, que antaño siempre había sido diario, menos domingos; pasa a ser de tres días a la semana, lunes, miércoles y sábado. Al final, sólo lunes y miércoles. ¿Para qué más si muchas veces el coche iba solo o con un par de viajeros como mucho? Además en muchas de las aldeas del camino ya no quedaba nadie y en otras se apañaban entre ellos con los Land Rover para ir a Utiel “en una patá” por pistas forestales. El precio del billete llevaba ya tiempo estancado en las setenta y cinco pesetas de máximo para todo el recorrido, de Chelva a Utiel o viceversa ; pero nada, la cosa no mejoraba. Con todo el dolor de su corazón, Manolo vende “La Saveta” y cierra el negocio. Fin de La Juanita.
Pero la gente no olvida y en el corazón de muchos chelvanos, tuejanos, benageberos, etc queda el recuerdo, la nostalgia y el cariño hacia aquel trasto que subía las cuestas del pantano a diez por hora, y que esperaba paciente en el stop, la lado de la casa de don Ramón Villanueva a que algún viajero retrasado llegara. El personal que la conoció le guardó siempre memoria y por eso no es extraño que ya en el siglo XXI, por el año 2000, pizca más, menos; cuando se compra una furgoneta para el trasporte comunitario de los pueblos de la Mancomunidad, automáticamente se le bautice como “La Juanita”. Debe ser ya la nieta o la bisnieta de aquella Juanita; pero no deja de ser La Juanita. Ya no es Manolo, su chófer, es Ernesto “El Casio”. No hace el trayecto regular Chelva – Utiel y si me apuran, a lo mejor en su GPS no aparece ni Lurdilla. Así que este pequeño homenaje no tiene un final tristón sino que no deja de ser un punto y aparte en la vida cotidiana de nuestro pueblo, mejor dicho, del nuestro y de los vecinos chelvanos, benageberos, utielanos, etc.