ÚLTIMA RENOVACIÓN : OCTUBRE 2015

ME LO EXPLICARON Y LO OLVIDÉ, LO VI Y LO ENTENDÍ, LO HICE Y LO APRENDÍ ( ANÓNIMO )

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LA JUANITA (4)

La célebre canción que hizo popular a Sara Montiel decía aquello de que " fumaaaaar es un plaaacer...." bueno pues parafraseando a aquella letra diría que " Viaaaaajar era un plaaaacer" porque, visto con la perspectiva del tiempo, hoy en día el viaje se ha convertido en una rutina donde prácticamente todo está controlado, medido, pesado y aburridamente sometido. En la época de La Juanita, no. Aquellos viajes eran toda una aventura, todo un mundo de relaciones sociales previstas, imprevistas y mediopensionistas.

LA JUANITA, CUARTA PARADA: VIAJAR ERA UN PLACER

Lo que hoy en día, con nuestra visión “moderna” de la vida nos parece normal en un viaje en autobús no se corresponde casi en nada con el mundo de La Juanita. Por tanto, cuanto se cuenta en esta historia además de ser cierto, se recoge en  la grabación de la entrevista con Manolo, su conductor durante los últimos diez o doce años de existencia. Si a los más jóvenes les da por leer estas líneas pensaran como Obelix  que “ Están locos estos romanos.”, pues eso, que estaban locas aquellas gentes; pero no, grave error. Aquellas gentes no sólo no estaban locas sino que además tenían una visión de las cosas que les hacía disfrutar enormemente de las incomodidades, dificultades, retrasos, etc. El viaje en la Juanita era siempre una aventura que se encaraba con buen ánimo y sabiendo que lo importante era llegar y llegar bien. El precio del billete incluía toda una aventura de circunstancias.
Había viajeros esporádicos, los que iban a coger el tren para ir a Madrid o  Cuenca y que dependían de la suerte, del clima, y de mil factores para no llegar tarde a la estación de Utiel y allí coger el “correo” que subía para Madrid y que solía pasar a media mañana. Alguno de ellos, le decían al chófer de La Juanita qué día volvían en el tren para que los esperara por si acaso se retrasaba algo. Más de una vez, La Juanita salía de su Posada de San José  en la calle de San Fernando y no encaraba la recta de la Casa Medina sino que se paraba, paciente, a la puerta de la estación del tren, al lado de la bodega Redonda hasta que la RENFE depositaba al viajero allí.
Otros eran viajeros de necesidad, quien iba al dentista a Utiel, o el que iba al Notario o a comprar un determinado producto, a visitar un pariente, etc. Durante el trayecto los compañeros de viaje se contaban el motivo del mismo y en la mayoría de las ocasiones participaba de la conversación no solo el vecino de asiento sino los de enfrente, los de delante, los de atrás y por qué no, el chófer también. La mayoría no hacían noche en Utiel sino que volvían puntuales a la Posada, llamémosla con propiedad,  a la “Posá” antes de las cinco de la tarde para no perder La Juanita. A esa hora estaba allí ya el tío Mariano, o Manolo, después de haber hecho los “encargos”. Y es que a Manolo le encargaban en Chelva especialmente, pero también en Tuéjar y en otros sitios cosas como llevar al relojero un reloj o recogerlo, comprar una determinado producto en una determinada tienda, llevar tal papel a la notaría de tal sitio, recoger tal paquete que le llegaba en el tren correo de Madrid y que dejaban en la estación, llevar o traer tal o cual medicación que en la farmacia de “casa” no se encuentra; en fin, que además de chófer, Manolo por un módico precio el recado hacía “mandaos” durante las horas de espera hasta el viaje de vuelta.

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